En el curso de nuestra historia nos han amedrentado para conseguir de nosotros nuestras capacidades como seres humanos, explotarnos con el fin de enriquecer a otros y nosotros conformarnos con las migajas que caen de la mesa. Ese es el caso de nuestra isla Puerto Rico, el miedo ha sido nuestro alimento por más de 500 años y solo hemos visto atisbos de nuestras capacidades y riqueza natural que tenemos como pueblo, para ser detenidos abrupta mente para que no se rompa el ciclo del miedo y el conformismo en que vivimos.
Tal es el miedo en que vivimos que nos han hecho creer que vivir bajo el manto colonial es la forma más segura de seguir el camino, de tener un protector que ha simple vista nos domina y nos explota decidiendo en cada momento los destinos de nuestro pueblo. Nos ha controlado la educación, la salud, la seguridad alimentaria y la manera colectiva de pensar, pensar con miedo y limitaciones.
Nos hemos puesto de acuerdo con nuestro verdugo y hasta lo defendemos y deseamos que lo siga haciendo, porque nos hemos acostumbrado al dolor y hasta el desprecio de nuestro opresor con tal de mantenernos según nuestro pensamiento adictivo, seguros. Si, se ha convertido en una adicción, donde se necesita esa dosis diaria de miedo para poder servir a nuestro verdugo, pues solo en sus fauces nos sentimos bien.
El miedo infligido por el verdugo nos ha puesto a enfrentarnos en una lucha sin cuartel hermanos contra hermanos, haciéndole ver a unos que se les ha delegado el poder suficiente para administrar los designios del verdugo y hasta les ha prometido impunidad sobre sus ejecutorias que sirven de recompensa por su lealtad incondicional. Los demás solo serán simples obreros de una colonia que al parecer según el miedo experimentado surge como la suerte eterna de los condenados.
Solo un puñado se ha dado cuenta de la sutileza del verdugo que implacablemente ataca inmisericorde a toda mente despierta y aun entre éstos les divide apelando a la lealtad de preceptos encontrados para llegar a conformar una fuerza dividida, aunque despierta en cuanto al fin que persiguen, la liberación de un pueblo oprimido y violado por más de 500 años. Simplemente dividiendo las fuerzas liberadoras el verdugo se siente seguro, dejando que hermanos sigan encontrándose distantes unos de otros en cuanto al modo de liberar al pueblo.
Hasta cuando seguiremos en este caos ideológico de mentes despiertas queriendo ser cada cual la cabeza de lanza de un desenlace ilusorio mientras sigamos divididos. Es el momento histórico, es el presente el que nos invita a derribar las paredes divisorias de métodos particulares para formar una fuerza homogénea, que haga temblar al verdugo y deje caer la venda del coloniaje ante los ojos del resto del pueblo oprimido. Es el momento idóneo para definir nuestro destino como un pueblo libre y consagrado al futuro promisorio de abundancia auto sustentable, siendo nuestro primer recurso, la riqueza nacional como pueblo, porque todos somos Puerto Rico.